A sus hermanos de sangre, Gustavo y Alejandro (“Chigüagua”)
A sus hijos Marianela, Bautista y Morena.
A sus amigos del Club Everton y de todos los clubes de nuestra Liga.
Existen dos clases de hombres, aquellos que hablan de virtudes y los que simplemente se dedican a ser virtuosos.
El alma de Marcelo Fortes encarnó en este mundo en La Plata, en tiempos de Mundial, 1966, y por destino del barrio encontró a sus dieciocho años a un amigo inmortal: Everton. La crianza cercana al Parque San Martín fue la razón de una relación que perduró 35 años, con una coincidencia decisiva: el viejo club volvía a afiliarse a la Liga Amateur Platense de Fútbol tras 9 años sin competencia. En febrero de 1988 empezaron las pruebas y empezó la leyenda liguista de “El Negro Maiquel”, apodos típicos que se ponen al florecer una amistad que florece pelota mediante (lo de Maiquel obedece a “Michael”, por el músico estadounidense de moda en los 80, Michael Jackson).
Corría “en puntitas de pie”, parecía gambetear “en el aire”, tal cual describen los que vieron al juvenil.
Realmente, muchos espectadores, incluso periodistas, veían algo “exótico” cuando se asomaban a ver a la reserva. La fisonomía física, ser flaco y alto, cansino pero sumamente habilidoso, a lo crack brasileño, entretenía, jugaba a un toque y lo hacía en canchas desparejas, sin protección alguna con árbitros poco rigurosos, y en escenarios donde ni siquiera había una camilla para levantar a un lesionado. Aquel muchacho “Maiquel” que vio ascender a Everton en el año del regreso (1988) comenzó en el preliminar con otros compañeros como los hermanos Carlos y Mario Prieto, Marcelo Nicolini, “Lalo” Cruz, y un grupo que en el futuro cercano se convirtieron en directores técnicos y preparadores físicos: Gustavo Scorza, Alejandro Gaudino, Gustavo Solis, Gonzalo Uranga y Walter Casamayou.
Hasta esta semana que pasó, Marcelo estuvo firme en su vínculo evertoniano, hasta que los separó la propia muerte corporal, pero no la espiritual, de un club de barrio que terminó siendo la razón de su vida, mucho más serio que su amor por Gimnasia.
“Hay que ver dónde se empezó y hasta dónde se llegó con Everton, y en todo momento estuvo el Negro”, reflexiona Scorza, radicado en Tres Arroyos.
El viejo Everton, fundador de 1913 de la casa madre del fútbol platense, volvió a tener un año bisagra con otra generación de jugadores, en 1995, con el doble título de reserva y primera. El miércoles 1 de noviembre de 1995 pegó una feliz vuelta olímpica en Berisso (tras dos finales ante Olmos); Fortes, desde la tribuna, gritó y se emocionó hasta las lágrimas con el último penal de la serie que mandó a la gloria “El Pitufo” Sebastián Demarco (el club volvía a ser rey del fútbol local tras 47 años). Uno de sus ídolos fue “El Chaucha” Gustavo Bianco.
Entrenaban entre las raíces de los añejos árboles del Parque Saavedra, y celebraban si conseguían la cancha del Parque San Martín para la práctica de fútbol de los jueves, porque los días lluviosos atentaban contra ese placer terrenal en pleno casco urbano de La Plata, en 54 y 25, muy cerca de la casa donde vivía Marcelo.
Los sábados, a las 13.30 horas, hora en que disputaban los ásperos partidos de Reserva, Fortes atraía por su juego y especialmente por “chiches”, como la media chilena espectacular que puso el 3-2 ante San Martín de Los Hornos, en la desaparecida cancha de Trabajadores de la Carne (arco del vestuario).
Llegó 1998 y la familia de Everton repitió la consagración, esta vez, en el estadio de Estudiantes (tras doble final con Alianza). Siguió como hincha la caravana triunfal en el torneo Argentino B donde se encontraron siendo el segundo equipo de la Provincia, sólo superados en ese contexto por Huracán de Tres Arroyos. El Negro Maiquel, sin estar en la lista de buena fe, igual viajaba y varias horas, como las 25 horas en un micro que los llevó hasta Pirané, Formosa.
En plena época dorada se ganó un lugar en el primer equipo. Clausura 2000, goleada 4 a 1 ante Unidos de Olmos (jugaba Lucas Lobos), en cancha de ADIP, ingresó diez minutos, cambio provocado para que Fortes tuviera la pelota. ¡Y lo bien que lo hacía!
No tenía prohibido soñar, y a los 34 años encontró la titularidad en una Liga cada vez más competitiva. De Everton se habían ido ya Luis Martín, el Lomo Salinas y el Ruso Chiodini, por lo que hubo recambio y allí estuvo, a la espera, para dar el batacazo de una jornada extraña el sábado 30 de junio de 2001. Había muerto Edgardo Prátola (ícono Pincha) y por la tarde jugó Everton, en la última fecha del Apertura, ante un For Ever, que venía hecho una tromba y quería el título. Fortes, titular y con camiseta auriazul número 7, fue decisivo en la definición del partido, anotando el segundo gol. “A las 15.43 fue la hora del espanto para For Ever (describe el suplemento deportivo “El Clásico”). Michael Fortes marcó el segundo gol del Decano y fusiló a un rival que, a esa altura, ya sabía que era imposible levantar el resultado adverso”. El once formó con Agüero; Vilardo, Pregal, Mazzacane y Supan; Bernava, Veiga, Barclay, Loza; Fortes y Sivetti. Se jugó en la cancha de Unión Vecinal de Etcheverry, donde el Negro frenó la pelota con el pecho y dentro del área sacó una bolea.
Era la última época donde los “Decanos” alquilaban, en Berisso (Trabajadores, Estrella), Romerense, ADIP y Etcheverry, mientras maduraba el predio en el verde paisaje del Aeropuerto. En el Clausura 1999 y los dos torneos del 2000 Marcelo Fortes quedó en el cuadrito de tricampeón en divisional Tercera (así pasó a llamarse la Reserva). Lo festejaba con “Pachi”, Oscar Funes, un dirigente que salía de aguatero en sus sueños de hinchas.
La finitud de la vida rondó por la casa evertoniana y hubo luto largo cuando partió el popular “Pachi”, justo cuando llegaron los 100 años y el sueño hecho realidad, inaugurando el predio de 7 y 629, la mañana del 9 de abril de 2005, con la bendición del Padre Cajade. Se bautizó con el nombre de uno de los mejores amigos que convivían tarde y noche en el Decano.
Fortes fue vocal en la Comisión Directiva que pudo concretar “la localía de verdad”, con la presidencia de Marcelo Mazzacane, otro ex jugador que —con el Negro como aliado perfecto— persiguió más gloria deportiva con la azul y amarilla.
Solía aparecer de saco y corbata en las reuniones, porque de esa forma se presentaba en su trabajo en ARBA. Pero no le simpatizaba colgar los botines, entrenaba siempre, y por las mismas ganas y perseverancia, Carlos Sparvieri llegó a tenerlo sentado en el banco, cuando se trataba ya de un símbolo con 40 años. Torneo de 2006. “¡Negro, a la cancha”, ordenó el entrenador, y el Negro saltó a ese campo por el que peleó en escritorios, al que le sacó piedras, yuyos y rellenó con tantas carretillas de tierra y arena. “Entró a los 35 del segundo tiempo, contra Asociación Iris. Apenas fue al área, ahí le puso el centro Sebastián Salguero y apareció él para salvar la ropa, en el arco de calle 7, ganamos 1 a 0”, testimonia Carlitos.
Ya hacia finales de 2008 se empezó a hablar del campeonato “Seniors” y el moreno de elegantes fintas se anotó como uno de los promotores, con amigos de años y de distintas instituciones. “Volvimos al club a raíz de que Maiquel fomentaba el Senior”, cuenta Rodrigo Tito, en el día del adiós, afirmando que “Everton lo va a sentir mucho, todo el fútbol amateur de la Liga perdió a una gran persona”.
Fortes entendía que un gran club y un equipo fuerte dependía de un grupo consolidado en lo humano, entusiasta, como si en su mensaje se rindiera honores a que en 1905 fundaron a un club que en principio se llamó 25 de Mayo.
Lograba convencer a amigos de la juventud para traerlos al “paraíso” en 7 y 629, como le pasó a Sergio Bogue, quien tomó la responsabilidad del fútbol infantil y tuvo “el placer de poner a Bautista Fortes, que era un show, ¡no le daba la edad y lo pusimos a jugar al hijo del Negro! Fuimos amigos desde chicos, en el centro de la ciudad, y terminamos de vecinos, en Arana. Se enamoró del campo, de un monte que estaba al fondo del mío, ¡adoración con ese monte! Tuve problemas de salud y en el peor momento de la internación me viene a visitar, me ve llorando y me dice ‘Dios atiende en todos lados, pero está en Capital, me conectó con unos especialistas que me salvaron de una operación. Y me venía a dar ánimo cuando él mismo estaba a veinte días de pasar por una operación. Así era el Negro”.
Qué placer grande le resultaba sentarse allá en lo alto de la tribuna, tomar unos mates.
Parecía ser la razón de su existir. El orgullo de pertenecer se hizo bandera.
“Siempre pensando en los demás, nunca en él”, eso dicen muchos, casi todos.
Los “Decanos” volvieron a ser noticia en todos los diarios y canales, por aquel triunfo en Tres Algarrobos, la fría tarde del 2 de junio de 2013. Los tiros desde el punto penal le daban un ascenso al Argentino B, aunque nadie podía afirmar si conseguirían suficientes recursos para jugar en esta nueva categoría. Lo que vivieron en 1998 a 2000 no había sido “barato”. Curiosa historia: Everton participó y un gigante del interior, Germinal de Rawson, no.
Orgulloso de cada obra, de los “ladrillos” que ponía, hay algunos hitos para el presidente. La terminación de la tribuna de atrás del arco, los vestuarios para infantiles, y la obra majestuosa de la cancha de hockey sintético.
Aquel terreno baldío se transformó en Predio.
“El club siempre tiene que estar en obra”, arengaba.
“Venite, acércate a dirigir, a colaborar”.
Así lo escucharon tantos, entre ellos Walter Grasso, periodista de radio Provincia, padre de Matías y Nicolás.
“Me abrió las puertas cuando los chicos se fueron de Estudiantes, ¡mirá que acá se van a enamorar, eh! Estaba en todo, en el restaurante, en la biblioteca y en el hockey, tenía la virtud, era querido por todos, y eso por algo es”.
A principios de 2016, la vida le dijo “sos el Presidente”, sucediendo a Gonzalo Uranga en el argo. Apuntaba alto, tan alto como para repetir en cada rincón de la capital bonaerense: “vamos a ser el tercer club de la región”. Una tarde de agosto, apenas asumió, tuvo que afrontar mil llamados, porque Leandro Benítez, “El Chino”, futbolista profesional que eligió retirarse con sus hermanos, ¡en Everton!
Siguió expandiendo el horizonte y las hectáreas libres vieron nacer más canchas de entrenamiento.
Se puso firme cuando quiso que Everton tuviera otra tira de equipos, participando en la Divisional “C” de la Liga. La obra del hockey ya parecía ser el techo deportivo, pero no conforme, visualizó a Everton afiliado directamente a la AFA, a la última categoría, proyecto que no se concretó porque un funcionario permitió que esa plaza sea del Club Mercedes.
En el período de cuarentena, por la pandemia de Covid19, se crearon los Comités de Crisis barriales y se mostró como un verdadero militante social, atendiendo donde hiciera falta las necesidades del prójimo. En ka ciudad se vivía una mezcla de incertidumbre y angustia, el temor al contagio, con la vida y la muerte mano a mano, pero avanzó en bloque, con otras personas abocadas a los clubes, en conjunto con municipio, gremios, grupos empresarios, religiosos, y todo el arco político. Quedó demostrado que en una emergencia todos van a preguntar primero por el barrio y sus clubes. El presi de Everton descubrió el placer de participar y ver que es posible mejorar cuando se dejan afuera todas las diferencias.
“Ahí sí que veías realmente al solidario, se vieron los pingos y en el mundo de los clubes Fortes atendió a los de la zona de Arana”, comentó Eduardo Castagnani, dirigente que había trabajado con los de City Bell.
“Ha sido alguien en quien mirarse para trabajar en nuestros clubes”, afirmó Leandro Campano, actualmente al frente de la Liga Amateur Platense, y definiéndolo como “un tipo positivo, muy alegre, que transmitía sus convicciones”.
“No se puede decir adiós a los que no se van a ir. Llevé a mis hijos en el 2002 y los cuidó como si fueran propios”, escribió Marianela Zappia, socia evertoniana, del “Deca”.
El fútbol atravesó su vida, y la última emoción fue en 2022, cuando “La Scaloneta” llegó a la cima del Mundial. El Negro tenía una gran afinidad con Luis Martín, preparador físico del glorioso seleccionado nacional. Se conocieron en la adolescencia, de la misma Liga, cuando “Luifa” pasó de INDECO a Everton (jugaron en Reserva) y más tarde en 1998-1999 cuando ya Luis era el temible delantero y llegó al Parque como refuerzo en el Argentino B. Faltaba una etapa más, la de Luis y Anahí llevando al niño Tomás a las infantiles de Everton. “El Negrito era bondad, siempre pensaba en el otro, dio todo y mucho más para que Everton crezca, pero ayudó también a otros clubes”, dice Anahí, que compartió en su Instagram una foto del último mes de mayo, compartiendo un guiso de lentejas, cuando el matrimonio llegó como sorpresa y con una camiseta de Messi de regalo.
Los hombres son siempre transitorios en la vida de las instituciones, pero su obra, y el cariño que allí ganaron, pero son tan inmortales como ellas mismas.
Fortes no murió, se fue a descansar, por el túnel de luz por el que salimos todos. Se fue ovacionado, lo vivamos, lloramos y recordamos con los brazos abiertos al cielo, como en sus goles soñados, que fueron más en las prácticas que en los partidos oficiales.
Los sabios y santos piensan que “el alma se va cuando el cuerpo no puede” y ya está preparado el despegue para seguir “en otra existencia humana”. Mientras filosofamos, los y las deportistas de Everton lucirán el brazalete de luto en la próxima fecha. La Liga ha declarado cuatro días de duelo, sin actividad alguna.
Vendrá el invierno y alguna lluvia se encaprichará en que no se pueda entrenar en la cancha de 7 y 629, pero el Negro Maiquel estará desde alguna nube informando con ese optimismo tan suyo y la voz suavecita:
-“No hay problemas, muchachos, vayan al sintético del hockey que les prestan las chicas; es de ustedes, es nuestro”.
En su memoria seguiremos luchando, por el sentimiento, por los más lindos sueños que se pueden hacer realidad, como los que pudo cumplir Marcelo Fortes, el inolvidable “El Negro Maiquel”.