¿Recuerda la película Luna de Avellaneda donde la vida social nos lleva a pensar otra vez en el refinado amor que surge de la familia y sigue en el club? Le presentamos aquí el estreno del sábado en Centro de Fomento Villa Montoro, con actores sus actores reales, de un pasado esplendoroso con la pelota y todo el barrio pendiente de ellos una treintena de jugadores de las décadas del setenta y ochenta, junto a los papeles que ocuparon presidentes, entrenadores, delegados. Este capítulo II del ciclo “Los grandes campeones de la historia”, que propone la Liga Amateur Platense de Fútbol, concitó el interés de propios y extraños, como en una película.
Los héroes ya en la tercera edad emocionaron con su presencia en el escenario de calle 96 y 118, cuando al mediodía del 6 de julio de 2024 se pautó el rodaje final en el viejo barrio, tras quedar atrás unos meses de investigación, llamada, reencuentros presenciales en forma aislada, hasta que llegó la vuelta al club en el que amaron, jugaron y cantaron el dale campeón (así volvieron a hacerlo en medio de la jornada donde los Villeros recibieron a Expreso Rojo). Revivimos los tricampeonatos 1975, 1976, 1977, los ecos del duro Torneo Regional de AFA e 1980, y llegamos a ver a los jugadores que pasaron invictos por el torneo de la B de 1984, y terminó en la A en 1986: quinta estrella en una docena de temporadas.
CAMPO JUAN CARLOS LOYOLA
Como en la película de Campanella (podríamos rebautizarlaa aquí Luna de Montoro) hubo escenas muy emotivas, desde antes de salir al campo. Cuando el comando azulgrana, con Cecilia Romano al frente, descubrió un cartel original que allá por abril de 1986 bautizó el Campo de Deportes Juan Carlos Loyola, el dirigente que inspiró a federar el fútbol de Villa Montoro, el querido “Palito”, que fue el mentor para que la institución en tiempos del presidente Solari diera otro pasito: de la liga independiente Circunvalación a la LAPF, afiliada al Consejo Federal de la Asociación del Fútbol Argentina. Montoro está desde 1967, año en que inauguró la cancha.
“Mi viejo estuvo siempre… en la parrilla, marcando la cancha, poniendo las redes, era su vida, estoy feliz” dijo el primogénito Carlos, nacido en 1962. “Los sábados se levantaba a la madrugada a pintar la cancha y nosotros le preparábamos el tacho con cal”, agregó Alejandro, clase 65, y Héctor, nacido en 1963, fue todo un ayudante del padre hasta su partida a los 44 años.
Otro hecho singular fue el recuerdo de un alma virtuosa, Félix Avalos, “El Gato Félix” como se le llamó de forma amistosa a un ex técnico de juveniles, dirigente y delegado en la Liga, que partió en 2002. En un abrazo conmovedor se mezclaron el actual DT y referente villero Carlos Trinidad y una hermana de Félix, Cristina Avalos (ex presidenta), restituyendo en el salón una placa de bronce. También estuvo Mónica Chane, en memoria de Daniel Pérez, padre e hijo, dirigente y jugador campeones en el 86, fallecidos.
Cuando se abrió el portón de rejas temprano, cada ex jugador invitado se sintió realmente en casa. Allí le tendieron la mesa con sandwichs de bondiola, pizzas caseras y bebidas en un reconfortante lugar (el salón Jorge de los Santos), decorado de estandartes rojos y azules. Las escenas se sucedieron una tras otra sin parar los saludos, abrazos y recuerdos, entre las 12 y las 16. Una anécdota: concluir el partido del Senior, los equipistas locales ingresaron con las camisetas sudorosas y saludaron a las glorias del pasado, que a su vista veían el cambio en lo edilicio.
Desde las calles aledañas ahora asfaltadas, y un Montoro poblado, que cambió el paisaje casi desolado de 50 años antes, con la 96 de tierra y zanjones a ambos lados (hasta la 7), sin el Paseo de Compras todavía, y con campitos para patear en todas partes, como el de los Camacho, cruzando la calle 118 que supo estar cortada al tránsito. Ahí se ubicó un viejo tranvía que fue vestuario provisorio al estrenarse en la Liga, Un jugador actual, Eduardo González (nieto de Cristina y “Pachín” Pérez) dejó una frase memorable: “Es cerrar los ojos, imaginar y volar, esto jamás nos podrán robar”, disfrutó, mientras tenía cerca a tres de los jugadores del récord: Oscar Alvarez (“El Chueco”), Pedro Sánchez (el tucumano apodado “Carretilla”) y Dardo Villegas (“El Negro”, estratega con la 8 y varios años del seleccionado de la Liga), todos presentes en las cuatro vueltas olímpicas en el círculo superior de nuestra Liga.
SAGRADA FAMILIA VILLERA
Lo que fue un verdadero seleccionado barrial de cracks, que jugaban sin que les paguen, es una clave que explica resonantes éxitos. Desde los alrededores de Villa Montoro, especialmente en Villa Alba, El Carmen y Villa Elvira, venían los mejores exponentes del toque, el quite y la gambeta. Gran equipo con la seriedad del DT Alfio Loza, quien a los 81 años recordó su inicio como defensor en 1967 y al otro año asumió el mando, pasando por discusiones con socios que le reclamaron la titularidad. “Si queremos a un Montoro protagonista conmigo van a jugar los socios, sí, pero los que realmente estén en condiciones de jugar y sean responsables, sino… ¡vayan a jugar a un potrero!”.
Cuentan que a las 4 AM Alfio saltaba de la cama para ir a trabajar a Astilleros y después se internaba el club donde Armando Loza, uno de sus cuatro hermanos, era presidente. Este trabajaba en Buenos Aires y solía sacar algún crédito para suplir dificultades monetarias. Otro era fotógrafo de Gaceta y de alguna manera se constituyó en un buen secretario de prensa: Amancio Loza, “Tatín”. Dos hermanas atendían el buffet, y la madre, doña María, se llevaba las camisetas para lavar a mano, cuando no existían lavarropas automáticos. “¡Esa era mi tía Marú!”, rescata de su mente atestada de recuerdos Juan Carlos Sayavedra, el quien decidió aceptar la propuesta de ser el sucesor de Armando. Aún vive en Berisso y ansía que pronto suba otra vez a la A.
La época dorada tenía siete familias entregadas a los colores, los Loza, los Sandoval, los Camacho, los Loyola, los Dos Santos, los Benítez y los Avalos.
Una casa de 122 entre 95 y 96 era la casa de Raúl Sandoval (mismo nombre del padre y su hijo que daba el alma en defensa de la camiseta), donde “nos juntábamos a comer o despedir el año y pasábamos unas noches increíbles”. La inolvidable “Pichi” Elena Sandoval (hermana de “Beto”) se casó con Alfio, el técnico exitoso. Hoy todos son recuerdos hermosos y se evoca a doña Antonia, capaz de irse a Capital y volver con bolsones de ropa, “como la vez que trajo todos sleeps de color rojo, uno para cada jugador”.
El matrimonio de Juan Carlos Loyola y Norma Díaz empujó afuera “Palito” estaba en detalles del predio y en algunas delicias para el estómago: “sus chorizos a la pomarola, que lo hacía n latas de panadería”, recuerdan.
Un día en la camiseta apareció la propaganda de una casa de loterías “Luisito”, de 7 entre 54 y 55, donde trabajaron varios de los que se enamoraron de Montoro. Una mano derecha del dueño era José Dos Santos (dirigente), “Beto” Sandoval (el alto marcador) y Héctor Loyola (hijo de “Palito”). Entre ellos convencían a algún compañero de laburo y al mismo dueño Luis Lofeudo para ir a la cancha. Dos Santos fue el enviado a la Liga y siendo hornense empezó a disfrutar de la causa Montoro junto a su recordada mujer conocida por “La Gringa” Celli y los tres críos. “Hemos querido a los jugadores, y a Amaya y a Oscar Lucero los queríamos como si fueran un hijo más”, rememoró José, que se reencontró con aquel 7 Amaya y con el arquero de pequeña estatura al que bautizaron “Petete.
La presencia femenina tuvo en “Titi” a una fanática, Rosa Benítez, hermana de Carlos (el 2 célebre), tía de Fabián Benítez (un 8 de los ochenta) y mamá de un win terrible Diego Lynn. “Esto es lo mejor que uno se lleva de la vida”, dijo visiblemente emocionado Carlitos, ídolo del club y jubilado como chofer de micros.
Las anécdotas nos llevan a Verónica, “esperábamos todo el año para ese partido y organizábamos rifas arriba del colectivo para pagar el viaje. Oscar Alvarez agrega una historia íntima con su mujer, ya que “esperábamos un varón, pero nos enteramos que iba a nacer una nena y le pusimos Verónica, porque a esa cancha llegó a vernos mi señora ya con embarazo de 8 meses”.
En el presente se apreció el espíritu familiar con casos movilizantes en el amplio sentido de la palabra: Luis Amaya, radicado en Neuquén, y Víctor Guardia, en San Luis, no dudaron en viajar. El puntano era un delantero que vino a estudiar ingeniería y se pudo recibir mientras jugaba en la Liga para Montoro; en 1985, firmó la planilla por última vez y a cuarenta años de su último mano a mano en una cancha, dejó en una frase todo el significado del evento. “Nos hicieron vivir un momento muy lindo para el corazón en estos tiempos es difícil de recibir… Agradezco, aunque es poco”.
EL TRICAMPEÓN
En 1913 nació la LAPF y amanecía el primer tricampeón que fue Nacional (hoy Club Reconquista). Siguió más tarde la época de otro “tri”, en Ensenada, Conservación y Tráfico. En los sesenta salió de Berisso, Villa San Carlos, que enhebró tres y no paró hasta tener seis títulos, una marca insuperable hasta hoy. Pero los libros registraron un ganador aguerrido en 1975, 1976 y 1977. Ese fue Villa Montoro. “El año que viene cumpliremos cincuenta años del primer título en la Liga”, se entusiasmaba en la punta de una mesa, Raúl Sandoval, quien a pesar de la reciente operación de cadera no evidenciaba ninguna dolencia, al contrario. Su felicidad era la misma que la de los otros treinta y siete camaradas.
Hay una historia. El 27 de diciembre de 1975 metieron la primera vuelta olímpica en la desaparecida cancha de El Cruce, tras goleada 3-0 sobe Julián Aguirre. Cerraba la sexta fecha del petit torneo que animaron con otros clasificados de la primera Etapa anual (otros dos eran El Cruce y El Martillo). En su octava temporada afiliado a la Liga conseguían la gloria y una primera foto en blanco y negro en el diario El Día.
El sábado 27 de noviembre de 1976 repitieron y a través del mismo sistema de un Cuadrangular, donde logran ganar un partido archi difícil ante Estrella en la última fecha, a la que llegaban con chances tres. Montoro, primero con 6, perseguido a un punto por Estrella (lo esperaba en su viejo escenario del “Cajón”) y El Cruce, que también visitaba Berisso, a Trabajadores de la Carne.
Montoro atravesó todos los obstáculos en un día de extremos climáticos, donde al infierno de 40 grados de sensación térmica (cuando ganaba con gol del “Gato” Rey) pasó a un cielo cada vez más negro que desató la tormenta en el entretiempo. La crónica describe un “alto voltaje emotivo, con situaciones inquietantes frente a los dos arcos, empañado un poco por el clima belicoso imperante, consecuencia del nerviosismo existente en los protagonistas”. Montoro terminó con ocho —sin Zárate desde el minuto 31, Sánchez a los 68 y Plaquin los 75—, y la “Cebra” (con nueve) chocó “contra una verdadera pared de hombres impuesta por el visitante”. La caravana hasta el barrio fue inolvidable.
“Había muy buenos jugadores, me gustaban Rey y Liporace, todavía tengo presente sus caras”, cuenta con nostalgia Zoilo Marcelo Villavicencio a sus 69 años, que volvió a encontrarse con otras dos de las figuras, que a su criterio eran “Benítez atrás y Villegas en el medio”.
La temporada 1977 se demorò por las Fiestas y en ese alto de quince días los equipos se prepararon para “bajar” a Montoro. Sin embargo, en febrero del ’78 (cuando en el país se hablaba de la inminente disputa del Mundial de Fútbol), el equipo de Alfio logró otra hazaña, cuando parecía que Ringuelet tenia serias chances con otro combinado que mezclaba calidad y alma de barrio. Fue el Parque San Martín la cancha que develó al campeón. En la anteúltima fecha Montoro venció a Everton 2 a 0 y allí debía jugar Ringuelet al día siguiente como local, pero al no presentar la cancha marcada, perderá los puntos y eso decretó el título virtual del azulgrana que festejó en los escritorios. La última fecha aprovechó al Ringuelet debilitado y lo aplastó 7 a 0, en una fiesta deportiva vivida en Montoro.
“¿Te acordás del “Alacrán” Torres?”, hablan mientras se sirven una gaseosa. Jugaba en Racing y llegó a La Plata a estudiar, y mientras trabajaba en un bar de la calle 1, lo apalabró Alfio. “Era un zurdo que salía jugando con gran calidad”, rejuvenece la memoria de Ruben Plaquin. “Torres va de 6 y lo tiran de 5 a Oscar Alvarez, por lo cual Plaquin tenía que hacer banco”. “Le dije al Bocha, ‘yo quiero jugar, voy a resera… ‘Andá, pero te voy a necesitar de suplente en primera’”, apuntó Plaquin.
1980: REGIONAL
Diez partidos en el torneo Regional organizado por el Consejo Federal de AFA. Localía en el estadio de Gimnasia (el Lobo ese año jugaba los sábados en la B) y viajes de visitante en un micro que había sido un vehículo oficial del Mundial ’78. Rivales duros como Olimpo de Bahía (de la Liga del Sur multicampeón de 1976 a 1988); un Gimnasia de Chivilcoy con el refuerzo de un ídolo de Boca y la Selección, Norberto Madurga; y la revelación que fue Independiente de Bolívar, ciudad de la que la delegación platense volvió con un porcentaje alto de la recaudación que se destinó a mejorar el vestuario, con la compra de un termotanque.
Ya pasaron 44 años de aquella aventura y el homenaje incluyó un evento extra: llevamos a un grupo al campo de juego tripero, volviendo a salir por el viejo túnel Dardo Villegas, Alfio Loza, Ruben Tordó, Víctor Guardia, Luis Amaya y Daniel Miño (éste fue refuerzo, ya que descollaba en Trabajadores Municipales de La Plata).
El “Chino” Tordó, con sensibilidad, se abrazó fuerte a Miño al que no veía desde la noche en Bahía Blanca. “Te fueron a pegar en una jugada de la mitad de la cancha, el ruido de tu pierna fue como el de una rama seca”, a lo que el “Cabezón” Miño sin rencores respondió: “Volví con la pierna entablillada en el viaje de vuelta que duró toda la madrugada”.
Guardia fue titular en un partido en el bosque, al que volvió a visitar y recordar con alegría: “Acá vine a estudiar en 1974 y mis compañeros de la facultad me hicieron del Lobo”. Uno de ellos, Juan Sayavedra, fue quien lo llevó también a Montoro, donde Víctor jugó entre 1979 y 1985.
El Regional dejó una goleada a favor (5-1 con Independiente de Campana), dos empates y siete derrotas, con el contraste futbolístico ante profesionales. “En Olimpo jugaba el Negro Cheiles, que manejaba todo con silbidos ¿¡sabes lo que era eso en Bahía, jugando de noche!?”. El 0-6 fue ilevantable. Amaya se fue de Montoro después de este torneo. Un hombre que gambeteó obstáculos grandes en la vida, vio que allá en San Martín de Cipolletti podía seguir su pasión y se fue sin pensar demasiado, pese a dejar a la gente querida de la Villa y un trabajo fijo en el ministerio de Educación. “Agarré el bolso y me fui”, reflexiona, quien hacía décadas nadie vio ni sabía nada de él. “Este reencuentro me permitió encontrarme conmigo”.
El actual delantero Sebastián Emma le regaló un buzo, tal vez como ofrenda del amor a los colores o bien como anticipo del cumple 71 de Luis, este 14 de julio.
1984: PRIMERA B
Todavía no pueden creer cómo Dardo Villegas pudo fallar en un penal del desempate con Porteño en el torneo de Primera del 83. Justo él, un fenómeno en pelotas detenidas. “En el vestuario nos prometimos que teníamos que volver”, evocó el “Negro”. En 198 remaron en la Divisional B ya sin Loza, pero con DT y amigo del grupo, Carlos Benítez, el histórico defensor del tricampeonato. Tiempos duros con camisetas de un color diferente, hasta hubo una verd. El delantero Antonio Bizzozero recuerda que “subimos con un juego de color borravino que guardé toda mi vida, hasta que me rogó uno del Senior y se la regalé hace un par de años”.
Alejandro Loyola lleva grabado todos los detalle y su mente es una máquina de tirar anécdotas, como el primer triunfo en la B. “Esa tarde estoy por entrar y mi primo Pinino Camacho me avisa, ‘Cano, si haces el gol te pago dos choripanes’. Jugábamos contra América”. Faltaban 5 minutos, córner y Ale de rebotero tiró fuerte en un campo que ya era barro y “entre veinte pierna la pelota dio en el palo, rebotó en la espalda del arquero y entra”.
El presi de entonces Sayavedra sorprende: “No muchos se acuerdan acá del asado que hicimos; una vaquillona con 200 personas, que comimos adentro del campo, ya a las 7 AM estaba el fuego prendido”, y su memoria recibe otra también lúcida: “¡las parrillas se pusieron al lado de los vestuarios, hacia donde hoy está la feria”, tiró Hectitor Loyola.
“Eramos pibes de barrio, sencillos, acá me inculcaron mucho la amistad porque la familia nos siguió, y por eso, si bien jugué en otros lados, no fue lo mismo que en Villa Montoro”, expresó Raúl Silva, uno de los arqueros de los ochenta que entró una vez en lugar del emblemático Néstor Canizzo, imitador del “Loco” Gatti.
VOLVEREMOS OTRA VEZ
Fue 1986 otro año de Copa Mundial y Montoro se abrazó a la gloria al igual que la Selección Argentina. Así sucedió en 1978, cuando ganó el tercer título un 5 de febrero, culminando tarde el certamen del 77.
Volvió don Alfio Loza al banco, que a los 81 años puede dar cátedra de cómo armó el equipo a sus 43, con una salvedad para su espíritu siempre firme: “Les dije a los muchachos que venía Oscar Martínez, pero que no iba a entrenar”. Ese plantel tuvo otra cara de camiseta cercana al barrio, Ruben Luciano, ex arquero de Tricolores. Miguel Zalazar, “Pichi”, el chaqueño polifuncional, se abrazó como en un sueño a ese Luciano que viajó desde Necochea porque no quería perder este día inolvidable.
Estuvieron los dos laterales, César Soria y Luis Ale, “Pony” como le gritaban tras el gol del campeonato en la última fecha contra Villa Lenci.
Ese plantel, con mezcla de reserva, el sábado tuvo contentos a aquellos que era muy “pichones” como Guillermo Lavandera, Claudio Duce, Valentín Avalos, que aprendían viendo a los más veteranos, Pedro Sánchez, Dardo Villegas y Oscar Alvarez, que junto a Carlos Zubiría y el “Toti” Helguera encararon ese desafío como el último de sus vidas en Montoro. El campeón tenía a otros tipos que ya no están entre nosotros, como el “Coqui” Oscar Videla, el zurdo Daniel Welsh y Daniel Pérez.
El 13 de diciembre del 86 la cancha estuvo llena, en los cuatro costados, con aquel mástil que tenía la bandera de Argentina y la de Montoro, tal como recuerda Guillermo Paz, un chiquito del barrio que hoy desea ayudar a formar un Museo con la historia.
La vida se empeñó en transcurrir con mil escenas, que seguramente pasaban por la cabeza de Pedro, Oscar, Dardo, los históricos que a un metro del alambrado hacían fuerza el sábado último por un gol ante Expreso Rojo. Y charlaban de rivales buenísimos (Estrella), de cracks de otros barrios (Osvaldo Garibaldi, París, Peche Gómez, Chino Martínez) y de canchas complicadas (Pettirossi, El Cruce, San Martín)… Fueron tirando datos y chistes, aunque algunos no lo eran, como la historia de Carlos, que siendo chofer, juró haber pinchado un neumático, dejar el bondi en la ruta y marchar hacia la cancha de la calle 96 para jugar un partido oficial de la Liga. Claro que su nietito el “Negrito” no entenderá hasta que sea grande ésa locura.
“Sin esfuerzo nada se consigue”, repite como un mantra religioso el actual entrenador villero Carlos Trinidad (hermano de un exquisito jugador de El Cruce que llegó a jugar profesionalmente en Banfield). “Agradezco a todos por tanto amor. Gracias de parte de toda la familia Villa Montoro”, expresó a cada uno de los invitados Cecilia Romano, nieta de aquel masajista Luis Romano que con aceite verde pasaba sus gruesas manos por las piernas de los guerreros tricampeones.
Aquí están, estos son… Recuérdelos. Los mismos de siempre que reencontramos la Liga madre y el hijo Montoro.
Lograron los cinco títulos Oscar Alvarez, Pedro Sánchez y Dardo Villegas.
Fueron tricampeones: Raúl Sandoval, Ruben Tordó, Marcelo Villavicencio, Ruben Plaquin, Juan Carlos Videla, Oscar Lucero, Luis Amaya.
Refuerzos del Regional: Daniel Miño, Jorge “Chiche” Deplácido y Humberto “Beto” Morales.
Del grupo que ascendió en 1984, Omar Plaquin, Raúl Silva, Diego Lynn, José Luis Castro, Antonio Bizzozero, Guillermo Lavandera, Ramón Gordillo, Alejandro Loyola.
De los que ganaron la A en 1986: Luis Ale, Miguel “Pichi” Zalazar, César Soria y Claudio “Chicharra” Duce.
El periodista Gabriel López se contactó pero pudieron asistir: Guillermo Alvarez, Miguel Vergara, Walter Lavandera, Julio “Pirulo” Lavandera, Carlos Hurinich, Daniel Toledo, Sergio Loyola, Enrique Figueroa, Oscar Martínez, José Luis Avalos y Ruben Aguirre (en su lugar recibió el pergamino Christian Rey).
Homenajeados post mortem Roberto Brambilla, Ruben Loredo y José “Toti” Helguera.
Dirigentes que entregaron diplomas: Leandro Campano (Liga), Cecilia Romano y Jorge de los santos (Montoro).
Podrían ser los créditos de una historia que tuvo principio pero no tiene fin.