ESO QUE SOÑAMOS FUE LO QUE VIVIMOS

Por Gabriel Alejandro López *

“Un pueblo que no tiene claro cuál es su identidad, tampoco tiene claro cuál es su destino”. Alguien lo dijo, hace mucho, adelantándose a estos temas de hoy, las identidades. Frase tan verdadera como aquella de que “nuestra Liga Amateur Platense de Fútbol es la madre del balompié”. Todo un símbolo en la capital bonaerense, fundada 25 años más tarde. Las crónicas escritas en libros hablan de sus eximios futbolistas, ejemplos también afuera de la cancha. De Masantonio (Ensenada) a Varallo (Plaza Brandsen), de Bedogni (Parque Saavedra) a Roselli (El Mondongo), de Turchi (del Centro) a Lobos (Olmos), de Rojo (Las Quintas) a Alcaraz (Villa Elisa). Pero la Liga no solo ha nutrido al fútbol argentino sino que incluye el moldear de la personalidad, el roce en un club, que es la representación de la vida en comunidad.

Cuando se acercaban los 110 años en las reuniones aumentaba un mismo deseo: un aniversario con fútbol. Y qué mejor que salieran a la cancha los seleccionados mayores. El femenino era cosa más reciente, aunque estaba disuelto. Y el masculino nos obligaba mirar el archivo y encontrarse el último día hace 26 años. Faltaba un invitado y fue la recientemente creada Liga Costera del Río de La Plata.  
Cómo podría explicar el fenómeno del amateurismo al hombre común, el futbolero que solo concibe como “ídolos” a los que juegan en una Liga Profesional. Tomaré una situación personal, a ese niño que me rozó mi campera en el pasillo de la techada tratando de buscar un lugar mas cómodo, cuando oyó que el 10 de camiseta blanca era Enzo Oviedo, el capitán del seleccionado masculino, 38 años, casi todos vividos con esa camiseta del club donde juega el niño, Estrella.

Asombro, pasiones, identidades, escuela de vida. Enzo, figura de nuestra Liga, es el mismo que el jueves pasó por la casa madre de calle 6 para la conferencia que dejó presentado el evento. Nos -bajó a tierra con la misma inspiraciónque baja la pelota. La razón de estar en una Selección amateur “es entender que los rivales que tenemos los fines de semana también son compañeros, y darse cuenta que en el fútbol somos todos iguales”.

También somos iguales cuando vamos a la cancha con la consigna de ayudar a tanta gente que está en una situación vulnerable, aquellos que han quedado al margen de muchas cosas y  aparecen en listas de Wathsapp pidiendo recibir una merienda o una cena. Entonces, Silvia Arma, 54 años, niñera y por vocación y espíritu organizadora de un comedor en su propia casa de calle 142 entre 52 y 54, no podía parar las lágrimas ante tantas personas con bolsitas de mercadería, ubicadas en la entrada al predio de Gimnasia. El Comedor Esperanza se alzó con unos 250 kilos de mercadería, que esta semana ya se transformaron en tallarines y guisos. “Jamás tuve tanto, no encuentro palabras”.

Pasaron unas 3.000 personas, según confirmó personal por jornada de UTEDYC, unas 3.000 almas para un partido conmemorativo, por una bella idea de cumpleaños institucional, al que ni las nubes y el frío pudieron borrar la sonrisa el pasado sábado 24 de junio de 2023.
Momentos en que la familia, la de los Clubes y su lucha social, se junta y olvida los cálculos de cuántos puntos necesitan para evitar el descenso. Cuando una hilera de niños bordean el campo de juego llevando un mensaje que se podrá descubrir en el futuro de sus vidas. Nos cambó el gesto. Valió la pena cambiar la fecha. Cambiar de aire y por unas horas salir del barrio hacia el Estadio Juan Carmelo Zerillo.
Los primeros síntomas se reflejaron en las jugadoras de los dos equipos femeninos al entrar al vestuario que por poco las deja sin aliento. Segunda escena: saliendo por el túnel, pareció que el mundo les quedaba chico. Tercera secuencia: ellas pasando por la misma arcada que se coloca en los cotejos de la Liga Profesional. Un ingreso triunfal. Tan bonitas como las jugadas que armarán y que les permitieron sacar tres goles de diferencia.

La locutora Valeria Saucedo —nacida en la cobertura de nuestro fútbol hace una década— hizo un llamado por el alta voz y entonces la historia se metió al campo. Andrés Díaz, Víctor Ramírez, Gustavo Bianco, Hugo Capel, Luis Martín, Christian Lan, convencidos de que “algo bueno hemos hecho”, decía Lan, un delantero con pasado en juveniles de Estudiantes (la 73 multiganadora, compañero del “Titán” Palermo), y pese a golpear puertas por el fútbol del mundo, en varios equipos de Francia, sus piques zigzagueantes con el pelo largo fueron motivo de orgullo en Estrella, For Ever y la Selección. Verlo en la Liga, a los 50 año, fue un lujo, como el que él mismo sentía al mostrar el pergamino de la mano de su hijo Benicio.

“Che, ¿cuándo fue el último partido que jugó la Selección de varones?” se preguntó Diego Cianflone, Director deportivo responsable del nuevo proyecto. Quien le confirmará la fecha fue Hernán Vercesi, parte del anterior cuerpo técnico comandado por Carlos Sparvieri. “El domingo 27 de abril  de 1997, en General Alvear, la tarde en que salimos campeones”. Esa que levantamos y unificó al mejor del Este y el Oeste bonaerense, y que llevó a cantar campeón a un muchacho de honor, que recientemente coreó el campeón mundial, Luisito Martín, nuestro goleador eterno y preparador físico de “La Scaloneta”.

Dejó una brasa encendida en el corazón, antes de la fama. Por eso, caminar por la calle, por la mismísima casa del Lobo, lo cruza en abrazos. Los de dos ex jugadores de Verónica, Juan Vallejos y Ariel Carreño, hoy en carácter de padres del conjunto visitante. El mismo saludo que recibe de Leonardo Trinchín y de Carlos “Catanga” Muñoz, ambos, con tres décadas de Liga. “¿Te acordás de mí?”, fue la frase que precedió tantos saludos impregnados en sus almas que ya vivieron tantas pruebas.

Y no importó qué equipo ganó más partidos. Cuál tuvo más campeonatos. Nada que ver la estadística para demostrar lo que hemos sido.

Para los Liguistas, tener a Martín es como contar con un embajador de oro eterno. Por el sacrificio y por la humildad, incluso después de levantar la Copa del Mundo, esa que tiene dos figuras humanas llevando el peso del mundo sobre sus espaldas…

Nadie podía intuir semejante cambio en las costumbres Liguistas, ésta reunión que arranca en cancha de siete y finaliza en un senior. Los números sí están para comparar: en 1997, la última vez que se armó aquel combinado mayor, recién comenzaba la primera categoría infanto juvenil. En nuestras canchas contábamos con 26 clubes; y en la actualidad somos 44, con todas las categorías.
Los recuerdos afloraron por doquier, cuando llegaron Jorge Sañisky y Jorge Valdez, quienes condujeron a otros seleccionados de la LAPF.

Al borde del campo se ubicaron dos copas flamantes (con el auspicio de RAZ) y otro par que se conquistaron con sudores. Copas que pensamos llenas, de valores, porque si solo representaran meros resultados deportivos y nada más, apenas servirían para que crezcan telarañas.

Victoria se llama un chica adolescente que toma una selfie y postea su orgullo en Instagram. Esta imagen resuelve el acertijo de la vida, la victoria de estar vivos. Fue una de las colaboradoras del evento enhebrando cintas de las credenciales. Y no dejó pasar esta fecha de cumpleaños de la Liga para posar con su abuelo Raúl (socio fundador de Tricolores hace 51 años), su papá Pablo (uno de esos guerreros nacidos en la zona sur platense, y actual directivo de la Liga). La familia Ricciardi, los tres colores, en tres generaciones, y el mismo legado que se hace obligación: que los hijos pasen por el mismo club. 

Un hombre que vio nacer a ADIP, Ruben Casanovas, se acomodaba el marco del anteojo para ver mejor, “si ese que está allá es Gustavo Fracassi, el presidente de For Ever”. “Los pibes se renuevan, y es lo que corresponde. ¡Siempre defendí que haya una límite de edad!”, enfatizó Ruben, administrador del Mercado Regional La Plata.

Allá viene Capel, quien solo lleva la cabeza gacha para no tropezar con una butaca, ese “Mago” que se levantó y dio por terminado el partido en el quinto gol de La Plata; a los 63 años, tomando el hombro de este cronista, demuestra ser un crack también para la reflexión política: “Pareciera que todo esto tiene un sentido de reunir a la familia, que como toda familia tiene sus discrepancias. Siempre se dice ‘el que gana gobierna, y el que pierde acompaña’, que sea así, ¡se puede tanto en un club como en un gobierno!”.

La cúpula directiva había soñado esta fecha del calendario para que todos los clubes se encuentren en un mismo ámbito. Y lo hicieron en la primera tribuna de cemento de la historia de la ciudad. El ambiente, la atmósfera, fue soñada y ojalá siga. Nadie se levantó con el dedo acusador, ni un espíritu errático alimentó venganzas.

Canonizados por la pureza de su historia, vestidos de blanco, los liguistas de La Plata volvieron al vestuario, aplaudiendo, posando junto a los adversarios.

Esos abrazos no se ganan por currículum o por haber jugado profesionalmente. Surgen de los valores para vivir. Como dijo el Negro Víctor Ramírez (uno de los jugadores de la Selección del 97), “se fortalece una amistad y creces como equipo cuando en el vestuario descubrís que le puede estar pasando a otro, si tiene algún problema, cómo ayudarlo a salir. Ojalá que los chicos hoy se den cuenta del valor de convivir en un club”.

La esperanza sigue en marcha. La misma Esperanza que se parece a las lágrimas de Silvia, del comedor de Los Hornos, destinatario del “precio” de la entrada. A la hora del crepúsculo, la Liga tuvo que llamar a un flete por tantas muestras de solidaridad recibidas.

Cruzábamos el bosque, y no podíamos dejar de pensar la diferencia que existe entre el amateurismo y el profesionalismo. De meditar sobre la fortuna que la profesión me haya puesto siempre por el camino de la Liga de los clubes, como dice Fernando Bossi, colega y amigo. Le damos gracias también en nombre de todos los periodistas que el sábado al cumple y nos fuimos con algo más que un pergamino. Dan ganas de seguir. De seguir de cerca a tantos chicos, como los que hemos visto crecer, caso Enzo, desde el fútbol infantil hasta el primer equipo.

La vida me atraviesa como la Liga. ¡Gracias por existir!